"Hermanos y hermanas, ¡buenas noches! "
Con estas palabras aparece en el balcón del mundo, en la noche del 13 de
marzo de 2013, el obispo de Roma -como prefiere que lo llamen-, el primer Papa
de la historia cristiana que eligió el nombre de Francisco, llevando las
prendas de la sencillez y el título de Su Santidad.
Del análisis
grafológico de una carta que escribió cinco años antes de llegar al trono papal
se trasluce la sencillez, la humildad y la serenidad. No sólo por escrito, sino
también en los gestos, las palabras, las elecciones. Una gran personalidad que
se hace pequeña para entrar en los corazones de todos, que le gusta participar
y tender la mano al mundo, entender sus necesidades y tomarse paternalmente la
carga, incluso si esto llegara a imponerle sacrificios y riesgos.
La suya es una verdadera necesidad de sentirse parte de la comunidad y
participar en ella, respondiendo a los principios de solidaridad e intercambio.
Quiere satisfacer las necesidades y expectativas de la comunidad y llevarla a
un viaje espiritual, no con un espíritu de dominación, sino hacerlo con
humildad y perseverancia. Con una postura firme llevar a cabo la tarea pastoral
para la que fue elegido: ser el fiel mensajero de un principio religioso profundo,
que encuentra en él a un representante supremo. Esto nos habla de un Papa que, con
calidez y amabilidad, se arrodilla humildemente sin someterse y se levanta sin
dominar.
El Papa Francisco
se purifica de pompas, consagrándose a la sencillez con la que fascina y guía
al mundo. No actúa para ser aclamado, no para tener honores, sino para transmitir,
a través de su ejemplo concreto y sincero, un mensaje superior que sea claro,
honesto aunque ponderado por su carácter reflexivo. De hecho, la prudencia y el
sentido de la medida es el resultado de su discreción. Gracias a esto, la
perseverancia y el sacrificio pueden resistir frente al peso de las
responsabilidades que le son confiadas. Su marcada sensibilidad y receptividad
puede amplificar la percepción de la carga, por lo que a veces podrá sentirse
desalentado, con un cansancio momentáneo. Pero el objetivo nunca se pierde de
vista y con renovado entusiasmo, alimentado por la fe, lleva a cabo la misión
de la cual es responsable. Su flexibilidad y facilidad de adaptación son un
apoyo, incluso en los momentos de mayor compromiso.
Es espontáneo, transparente, pero nunca impulsivo o impositivo. En realidad
expresa su sincero afecto y cercanía. Amoroso, sonriente y con buen sentido del
humor, promueve la paz. Y ante cada conflicto sabe cuándo ceder, adaptarse y
acoger, y cuándo responder con firmeza. Para ello hará valer sus principios
éticos y humanitarios a los que está fuertemente adherido y, al mismo tiempo,
para escuchar y dar la debida consideración a las posiciones de los demás,
mostrando también la habilidad de ser capaz de conciliar a las partes entre sí
y con ellos mismos.
Su carisma se traduce en una auto-conciencia estable con la que conquista, no
con autoridad ostentosa y sí con modestia seductora. De hecho, a pesar de
retirarse de las candilejas, el Papa Francisco siente la necesidad de cumplir
con un papel que se le ha encargado, y lo demostrará recibiendo la aprobación no
sólo de su fieles, sino de todos aquellos que reconocen en él la verdadera
esencia espiritual : sabrá, de hecho, vestir la ropa de Santidad mientras calza
las sandalias de la humildad.
Su mente es capaz de una profunda concentración y al mismo tiempo es alegre
y abierta, curiosa e interesada en innovar con discreción, en oposición a los
excesos y a cualquier cosa que pueda traicionar el sentido común y la lealtad a
la ética interior a la que se consagra estrictamente. Su deseo de renovación no
quiere tener posiciones radicales, individualistas, más bien quiere reconciliar
a la humanidad con la divinidad. Los momentos de soledad meditativa serán
fundamentales para él, para reunir en silencio sus pensamientos más profundos y
luego expresar la solidaridad en contacto con los demás.
La inteligencia fuerte y adaptable se maneja entre la teoría y la práctica,
entre la intuición y la deducción, entre la espontaneidad y la reflexión. Su
razonamiento es siempre lúcido y objetivo, no puede tomar posiciones que
defrauden las expectativas de sus seguidores, o contrarias a las normas éticas.
Es una persona en la que el pensamiento intelectual y los sentimientos se
encuentran, se reconcilian en la unidad. Este Papa exalta su propia humanidad
en la espiritualidad trascendente, para llegar a un equilibrio anhelado entre
el hombre y Dios, entre la creación y el Creador, entre la materia y la
Espiritualidad. El Papa Francisco es el único que puede dar sentido a su
pontificado, lanzando esos puentes que unen a los que se sienten "en el
fin del mundo", y, de esta manera, reducir con dulzura y autenticidad esos
límites de la exclusión y la soledad que sufren los hijos de la modernidad, con
su mismo ejemplo de equilibrio pragmático y espiritual.
El Papa Francisco llena el vacío que se ha creado entre la fe y los fieles,
con nuevos brotes de esperanza que se unen en un abrazo universal. Hoy, 19 de
marzo de 2013, el día en que se celebra la memoria del carpintero José, amado
por todos, y especialmente por el Santo Padre, es también el día en que el
cristianismo ha reconocido su esperado padre espiritual.
Jennifer Taiocchi